Difícilmente podemos encontrar una persona a la que no le guste el incienso. Pese a la humareda que puede formar quemar estas barritas perfumadas, el aroma que desprende aunado a la sensación de bienestar que proporciona y ese halo de misticismo, producen un efecto de lo más relajante. Muy cercano al misticismo y cerca de prácticamente todas las tradiciones religiosas, el incienso, forma parte de numerosas culturas, actuales y milenarias. Sin olvidar que para muchos, el incienso es parte de su día aunque no sean devotos, religiosos o místicos. Por lo que podemos considerarlo como algo universal.
Podemos decir que el uso del incienso se remonta a épocas milenarias y se asocia a culturas como la egipcia, la china o la hindú, desde sus orígenes. Aunque en realidad lo único que sabemos con certeza es que su origen, es incierto. Puesto que se trata de una de esas tradiciones que han perdurado en tiempo, pasando de generación en generación y de civilización a civilización, resulta muy difícil poner un punto de origen. Lo que si podríamos decir es que desde que el hombre descubrió el fuego, pudo darse perfecta cuenta de que al quemar determinados elementos o maderas, se desprendían diversos aromas.
Los hebreos lo denominan levonah; los griegos, libanos; los árabes, luban; los romanos, olibanum; y los aztecas, copalli. En la actualidad, los hispano- parlantes, lo llamamos incienso. En esta tienda esotérica, donde el incienso manda en todas sus versiones y variantes, nos han contado tres hechos históricos documentados por historiadores, sobre cómo empezó a utilizarse el incienso a lo largo y ancho del mundo. Sin atribuir su origen a ninguna civilización o tradición, podemos remontarnos al antiguo Egipto para iniciar este viaje por la cultura del incienso a través del tiempo y el mundo.
Érase una vez…
Érase una vez una tierra donde los faraones, endiosados, gobernaban. Según la arqueología, los egipcios, ya tenían conocimientos sobre las propiedades y beneficios del incienso. Todos sabemos que esta civilización se adelantaba a su época, prueba de ello son sus impresionantes construcciones. Esas pirámides que permanecen impertérritas a pesar de los milenios. En esos templos que hoy perduran, puede verse reflejado como se aprecian unas pequeñas nubecillas de humo, formadas por el sahumerio. Los jeroglíficos revelan rituales religiosos en torno a ese humo o acompañados por él.
Esta interesante civilización, recurrió a técnicas de lo más innovadoras en aquellos tiempos, con la finalidad de potenciar el aroma y producir un humo más denso: mezclar con diversas esencias al tiempo que recitaban los textos sagrados. Todo indica que el recital no influía en el aroma ni la densidad del humo, pero formaba parte de la puesta en escena.
De los egipcios, pasamos a Fenicia y los fenicios, al parecer, fueron los precursores de que el incienso fuera introducido en el mundo occidental. De eso hace nada más ni nada menos que unos cinco mil años, puesto que se data en el tres mil a.C. Para aquellos que no recuerden a esta civilización con mucho detalle, el dato relevante es que Fenicia era una antigua región de Oriente Próximo, cuyo territorio pertenece en la actualidad a la República Libanesa. En este pueblo donde los residentes eran aventureros navegantes, de ahí que se les recuerde como precursores del comercio internacional, era habitual llevar en sus embarcaciones pequeñas maderas aromáticas. El objeto de las mismas, era su comercialización con los territorios a su paso, aquellos que se encontraban en el Mediterráneo, tanto oriental como occidental.
Por último, la India. Esta cultura que permanece con fuerza en nuestros tiempos, fue la primera que se ocupó de clasificar los aromas del incienso en cinco arquetipos: aire, tierra, fuego, agua y fruta. En los tiempos en los que el incienso adquiría notoriedad, los fabricantes no eran otros que los monjes, estando los sahumerios directamente relacionados con el Ayurveda, la medicina tradicional hindú que tiene como finalidad, equilibrar la salud del cuerpo, la mente y el espíritu.
Aunque se trata de un origen incierto, a través de este periplo por el pasado, con unos datos que ofrece la historia de forma más o menos precisa, podemos decir que el incienso, vio sus inicios en estas tres antiguas civilizaciones. Lo que no quiere decir que otras culturas llegaran hasta el incienso de la misma forma casual y crearán su propia tradición de forma simultánea.
Si nos acercamos un poco en la línea temporal, hace como dos milenios, el incienso era un lujo. Recordemos los regalos de sus majestades, los Reyes Magos de Oriente, al Mesías: incienso, oro y mirra. Esto no era un regalo baladí en aquellos tiempos. Los romanos gustaban de disfrutar del incienso, al que denominaban olíbano, en latín, olibanum. Según datos de la Unesco, el comercio de este elemento, floreció en aquellos tiempos tan remotos y permaneció en el medioevo, por poseer propiedades curativas similares a la aspirina, la penicilina o la viagra, por aquel entonces, desconocidas. Se trataba del remedio perfecto para cualquier dolencia.
Esto no hacía más que conferir valor a la resina del olíbano que se determinaba por el tamaño, color y concentración de aceite. Se consideraba como incienso divino y era utilizado en las ceremonias de purificación. En consecuencia, algunas resinas y aceites resultaban ser un lujo, costosos y cargados de connotaciones sagradas, lo que convertía el incienso en algo inaccesible para muchas personas. Algo que con el paso del tiempo, ha cambiado.
Un viaje por las civilizaciones
Para los amantes de la cultura que proporciona viajar, vamos a seguir una ruta. En este caso viajaremos por las diferentes civilizaciones a través de este elemento que no pierde relevancia en la actualidad. Al contrario, cada vez cuenta con más adeptos a su tradición.
Partimos de China, donde el incienso es parte intrínseca de su cultura y su religión: el Budismo. El incienso se utiliza en ceremonias religiosas, para honrar a los ancestros, dentro de su medicina tradicional y en la vida cotidiana. La palabra xiang se traduce como incienso, pero también alude a fragancia, olor, aroma, perfume o especia. Los materiales más habituales para preparar inciensos son el sándalo, el alcanfor, el anís estrellado o el ámbar.
De China, nos vamos a Japón, donde el budismo juega por igual un papel importante, tanto a nivel religioso como dentro de la tradición del incienso. Aunque los japoneses le conceden un significado diferente, puesto que se utilizaba como reloj en las casas de la geishas. Cada vez que llegaba una, se prendía una vara de incienso que duraba una hora. En función de los sahumerios quemados se calculaban los honorarios. Algunos beneficios que los japoneses atribuyen al incienso son la comunicación con lo trascendente, eliminación de impurezas, compañero de la soledad y purificación de cuerpo y mente.
Grecia y Roma van muy ligados. Como todos sabemos, los romanos copiaron a los griegos todo lo que fueron capaces, incluyendo la religión. En ambas culturas, la mirra, el azafrán y el junto eran los aromas más populares.
La India de la que ya hemos hablado como precursora de la tradición del incienso, se considera como el productor de incienso más importante. El hinduismo lo utiliza durante sus rituales, creando el ambiente perfecto para ayudar a la concentración. No en vano, el sándalo es el árbol sagrado de este país y cultura. Este sahumerio, cuenta con propiedades como la de purificar el hogar, alejar las malas energías y atraer la prosperidad. Otros aromas importantes para ellos, son el jazmín, el ámbar, la mirra o el clavo.
En occidente el perfume es muy valioso. Para la Civilización Islámica, las fragancias son compañeras fieles en cada etapa de la vida de los árabes. En el nacimiento se perfuma a los bebés con alcanfor, en el matrimonio y hasta en el sepelio se utilizan toda suerte de aromas, como el polvo de sándalo o las hojas de albahaca.
No todo se queda en la parte este del globo, si cruzamos el charco, encontramos que los Incas, en el antiguo Perú, gustaban de las bondades del incienso, sobre todo del palo santo. La madera de este árbol aromático se utilizaba en las ceremonias religiosas. En la actualidad, sigue presente en las prácticas de yoga e incluso, como repelente, puesto que espanta a los insectos. Del mismo modo que en la tradición católica que profesan, se utilizan los sahumerios de palo santo, del mismo modo que lo hacen los chamanes para purificar y limpiar.
Por último, terminamos nuestro viaje por el mundo a través de la cultura y tradición del incienso, con los aztecas. Esta civilización, denominaba al copal como el incienso de la tierra y era utilizado para realizar ofrendas a los dioses y alcanzar la espiritualidad. En la actualidad, la tradición persiste, siendo la celebración del Día de los Muertos en México, una muestra de ello. La tradición manda preparar altares de familiares fallecidos y encender resinas de copal, para que los espíritus de los homenajeados entren en la casa sin problemas.
Hasta aquí nuestro viaje por el origen del incienso que, como podemos comprobar, ha sido, es y será, parte fundamental de religiones como el cristianismo, el budismo, el islam y el hinduismo, además de serlo en el día a día de innumerables personas.