El mármol es un gran aliado del diseño de interiores

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El mármol ha sido, desde tiempos antiguos, uno de los materiales más apreciados en arquitectura y diseño de interiores, tanto por su belleza natural como por su durabilidad. Su presencia en interiores aporta un carácter sofisticado y elegante que puede transformar cualquier espacio, convirtiéndolo en un entorno lujoso y acogedor al mismo tiempo. Su versatilidad hace que pueda adaptarse a distintos estilos, desde los más clásicos hasta los contemporáneos, y su gama cromática, que va desde blancos luminosos hasta negros profundos, pasando por tonalidades cálidas y vetas multicolores, permite a los diseñadores crear composiciones únicas que reflejan personalidad y estilo.

En la actualidad, el mármol se utiliza en interiores no solo por razones estéticas, sino también por sus propiedades funcionales. Uno de sus usos más destacados es en suelos y pavimentos, donde combina resistencia y elegancia. Los suelos de mármol aportan luminosidad, ya que su superficie pulida refleja la luz natural y artificial, haciendo que los espacios parezcan más amplios y abiertos. Además, la durabilidad del mármol permite que estos pavimentos soporten el tránsito constante sin perder su atractivo visual, lo que los convierte en una opción habitual para salones, hall de entrada y áreas de alto uso en viviendas de lujo o espacios comerciales.

Otro ámbito donde el mármol ha ganado protagonismo es en la fabricación de encimeras y superficies de cocina y baño. Su resistencia al calor y la facilidad de limpieza lo convierten en un material funcional, mientras que sus vetas naturales ofrecen un atractivo estético que pocas superficies pueden igualar. En cocinas, el mármol se utiliza para encimeras, islas centrales y salpicaderos, aportando elegancia sin sacrificar practicidad, aunque es importante protegerlo de productos muy ácidos que puedan dañar su superficie. En baños, se emplea en lavabos, bañeras y revestimientos de paredes, generando un ambiente relajante y sofisticado, donde la textura y el color del mármol se combinan con otros elementos como madera, cristal o metales para crear espacios armoniosos y acogedores.

Este material también tiene un papel destacado en elementos decorativos e interiores arquitectónicos, como chimeneas, columnas, molduras y escaleras. La utilización de mármol en estos elementos no solo refuerza la sensación de lujo, sino que añade un valor artístico, especialmente cuando se emplean piezas de mármol talladas o pulidas con cuidado artesanal. Las escaleras de mármol, por ejemplo, se convierten en un punto focal de la vivienda, aportando tanto funcionalidad como un toque escultórico que eleva el diseño del espacio. Las chimeneas revestidas en mármol, por otro lado, no solo cumplen su función práctica, sino que aportan elegancia y sofisticación al salón, convirtiéndose en un elemento central de la decoración.

Además de su uso en superficies y estructuras, el mármol se emplea en detalles decorativos y mobiliario. Mesas de centro, consolas, estanterías o incluso lámparas con detalles de mármol son elementos que aportan un toque de distinción sin necesidad de recargar el espacio. Su textura natural y su capacidad para combinar con otros materiales como la madera, el acero o el vidrio hacen que sea un recurso versátil para interioristas que buscan un equilibrio entre elegancia, modernidad y confort.

¿Cómo se forma y extrae el mármol que usamos en nuestras casas?

El mármol que se utiliza en la arquitectura y el interiorismo tiene un origen geológico que se remonta a millones de años, y su formación es el resultado de procesos naturales de metamorfismo en rocas calizas o dolomíticas. Originalmente, según nos cuentan los distribuidores de Marbles Tanit España, estas rocas sedimentarias se componen principalmente de carbonato de calcio proveniente de restos de organismos marinos, como conchas y corales. Cuando estas rocas son sometidas a altas temperaturas y presiones en el interior de la corteza terrestre, los minerales se recristalizan y la roca adquiere una estructura más compacta y homogénea, transformándose en mármol. Durante este proceso, las impurezas presentes en la piedra original, como óxidos de hierro, arcillas o materia orgánica, generan las vetas y tonalidades que hacen que cada bloque de mármol sea único. Por eso, el mármol puede variar en color y dibujo, desde blancos puros hasta tonos negros, verdes, rosas o incluso combinaciones multicolores con vetas dramáticas.

La extracción del mármol comienza en las canteras, que son áreas especialmente habilitadas para acceder a los depósitos de mármol en la roca madre. Los bloques de mármol se localizan mediante estudios geológicos que identifican su calidad, homogeneidad y posibles imperfecciones. Una vez seleccionada la zona adecuada, se realizan cortes en la roca utilizando sierras de diamante o hilo diamantado, herramientas capaces de cortar de manera precisa la piedra sin fracturarla. En algunos casos, se emplea también la técnica del cincel hidráulico o explosivos controlados para desprender bloques más grandes, aunque este método requiere especial cuidado para no dañar la calidad del mármol. Cada bloque extraído puede llegar a pesar varias toneladas, por lo que su transporte desde la cantera hasta los talleres de procesamiento es un proceso que requiere maquinaria pesada y sistemas de elevación específicos.

Una vez en los talleres, los bloques se transforman en las piezas que se utilizarán en el hogar, como suelos, encimeras, revestimientos o elementos decorativos. Primero, los bloques se cortan en losas más manejables mediante sierras de hilo diamantado o cortadoras especiales. Luego, las losas se pulen, se rectifican y se revisan para garantizar uniformidad en el grosor y la superficie. El pulido no solo realza el brillo y las vetas naturales del mármol, sino que también mejora su resistencia y facilita su limpieza. En algunas aplicaciones, las losas se pueden tratar con selladores para protegerlas de manchas o daños causados por productos ácidos, especialmente en cocinas y baños.

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